Sinitaivas: Historias de Otto el Piloto por jEsuSdA.
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Desearía ser fuerte como acero y
soportar mi carga, desearía ser duro como piedra y no sufrir
daño, quisiera ser vigoroso y afrontar cada golpe como el
primero, y ser poderoso y luchar sin descanso hasta encontrar mi
meta... pero no lo soy...
Encierro bajo mi apariencia fría un espíritu
débil, un esqueleto frágil, un corazón dolido, una
sombra gris que huele a madera quemada, un aliento sordo que sabe a
lluvia fría, un triste personaje que trata de preservar su
esperanza más allá de todo contratiempo, un flaco
galán que ofrece vaga resistencia al viento cruel que le azota
en la cara, una madera tierna en la que clavar alguna púa no
requiere esfuerzo.
Una vez alguien me contó la historia de un padre, que para
hacerle ver a su joven hijo la importancia de ser atentos en el trato a
las personas, le propuso a éste que clavara un clavo en una
puerta de madera cada vez que fuese grosero o hiciera sentir mal a
alguien. El niño como tenía un temperamento fuerte e
impulsivo no tardó mucho en introducir los primeros clavos, y la
cuenta no cesaba, aunque como se había propuesto mejorar en sus
modales, al tiempo hizo notar a su padre que ya no había puesto
más clavos en la puerta, pues su comportamiento había
mejorado enormemente.
El padre le dijo al muchacho que por cada vez que hiciese una buena
acción o hiciese sentir bien a alguien retirara de la puerta uno
de aquellos clavos.
Cuando estuvieron todos retirados, el niño orgulloso
acudió a su padre para informarle de que ningún clavo
quedaba ya incrustado en la puerta. El padre se acercó al
niño y le dijo: "A pesar de que has retirado todos los clavos,
fíjate, la puerta está llena de agujeros, está
dañada. Cuando hacemos daño a alguien podemos enmendar
nuestro error de la mejor manera posible, pero es imposible evitar el
daño que ya está hecho. En lo sucesivo piensa en esto y
trata de no ser grosero ni hacer mal a nadie."
Yo supongo que en nuestra mano sólo está evitar
dañar a los demás, y por desgracia se escapa el poder de
evitar sentirnos dolidos. Y resulta hasta cierto punto triste no tener
remedio ni control, no encontrar enmienda ni arreglo a aquellas
muescas que dejan sobre nosotros los clavos ajenos, aun después
de ser, de una u otra manera, retirados...
Es como si fuésemos madera tierna en la que clavar alguna
púa no requiere esfuerzo, como un esqueleto frágil, un
corazón dolido, una sombra gris que huele a madera quemada, un
aliento sordo que sabe a lluvia fría, un triste personaje que
trata de preservar su esperanza más allá de todo
contratiempo, un flaco galán que ofrece vaga resistencia al
viento cruel que le azota en la cara...
Y lo único que podemos hacer por nosotros es no hacer
daño al resto..., retirar algún clavo de nuestro propio
corazón de vez en cuando, y retirar aquellos que nos sea posible
de los corazones ajenos siempre que podamos...