Sinitaivas: Historias de Otto el Piloto por jEsuSdA.
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Debí haberme dado cuenta antes, ..., no entiendo como pudo ocurrir algo así sin a penas enterarme...
Sentado a la mesa, frente a la comida, no dejaba de mirar el plato
medio lleno de exquisitos tallarines que, tan solo hacía unos
minutos, había preparado. Y lo miraba extrañado y a la
vez triste, y en cierto modo no podía dejar de estar contento
por lo que sentía. Os preguntaréis, sin duda, qué
tenía de extraño un plato medio lleno de comida
rápida, de fácil preparación y presentación
dudosa, como la de todos mis platos... Y la respuesta, tal vez, os
parezca sencilla si os digo que llevaba comiendo de él
algún rato, y había saciado, casi del todo, mi voraz
apetito; había hecho comida para dos...
No es que mis escasas dotes culinarias me hubiesen jugado una mala
pasada, como otras veces, al tasar los ingredientes, ni que el hambre
se hubiese marchado sin avisar, de repente; tampoco es que la comida
estuviese infumable, pues ya os comenté que a mi basto paladar
de estudiante, le había parecido una exquisitez aquel sencillo
plato. Era simplemente que había hecho comida para dos, sin
darme cuenta, como llamándola una vez más para que se
sentara a la mesa conmigo.
Acababa de marcharse y ya la echaba de menos, ..., miraba hacia la
izquierda para ver su silla vacía, giraba la cabeza hacia la
derecha para observar su habitación oscura y triste tras su
marcha, al final del pasillo solitario, y volvía la vista al
frente para ver esa ración de comida que aún quedaba en
mi plato y que, sin pensar, había hecho para ella...
Y entonces comprendí, que sin querer, en silencio, casi sin
avisar, ella había entrado a formar parte de mi vida, y yo de la
suya, ..., y ahora me sentía incompleto por no tenerla cerca...
Luego me sentí triste, de una manera especial como antes nunca
había sentido, y no fue, por supuesto, por tener que arrojar a
la basura los restos de aquella solitaria pitanza, sino porque
quería tenerla una vez más frente a mí, junto a la
mesa, para mirarla a sus castaños ojos y decirle cuanto la
quería, salvando en la medida de lo posible ese extraño
nudo que se crea en la garganta cuando uno dice las cosas desde el
corazón, ..., ese corazón que se sentía, como yo,
incompleto por estar lejos del objeto de cada uno de sus latidos... de
su otra mitad...