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Un hueco en la mesa


· Sinitaivas 041 - 04/06/02


Afuera todo estaba tranquilo, ..., aunque la polución de la ciudad y las luces de la civilización impedían ver el cielo claramente, uno no tenía que esforzarse mucho para darse cuenta de que, por estas fechas, las estrellas habrían de brillar claras y limpias, junto a una luna grande y pura que coronaba el cielo, ese cielo fresco y nuevo que la primavera había traído...

Yo me había quedado quieto, inmóvil, absorto en una nube de pensamientos fugaces... Miraba con detenimiento un hueco amplio que ahora ocupaba prácticamente toda mi mesa. Estaba casi vacía, allí donde antes se habían amontonado un grupo cuidadosamente desordenado de notas, libros, folios y apuntes, que siempre me prometía ordenar meticulosamente llegado el momento.

Hacía poco tiempo había estado lleno de más libros, notas, apuntes y folios, esta vez sí, cuidadosamente organizados, apilados de forma casi perfecta, llamando asombrosamente la atención al destacar de forma notoria entre el resto de accesorios que se amontonaban en la mesa.

Ahora, decía, miraba con absoluta concentración y no menos asombro ese lugar, actualmente vacío, ese hueco, y me parecía de algún modo extraño echar de menos aquel grupo ordenado de apuntes y libros, de notas y folios que habían estado ahí hasta hacía tan poco tiempo.

Ese conjunto compacto de papeles se habían convertido en parte de mi habitación, de mi vida, ..., como una señal indiscutible de que ella había entrado a formar parte de mi vida también, como una excusa para regresar una y otra vez a mi habitación y retomar la lectura de los textos que contenían cada uno de los folios que ahora ya no estaban, ..., una maravillosa excusa que tenía yo para invitarla a entrar y sentarse, y así poder estar otro rato más, efímero y nunca suficiente, con ella...

Definitivamente sí, adoraba poder compartir con ella ese diminuto e insignificante espacio de mi mesa, ..., era su hueco, era su lugar, reservado para que ella estuviese allí todo el tiempo que quisiera, en el instante que ella decidiera estar... Y ahora que lo veía vacío me sentía extraño, porque deseaba volver a verla sentada a la mesa, leyendo sus papeles, jugueteando con el lápiz entre sus preciosos dedos, mientras yo, de vez en cuando, levantaba la vista para mirarla, recorrer su perfil con los ojos, y sentirme tremendamente feliz por tenerla a mi lado...

El hueco en mi mesa, deseaba, no tardaría mucho en ser ocupado por un grupo ordenado de libros, folios, apuntes y notas, y mi corazón se sentiría tranquilo de tener una excusa para tenerla una vez más tan cerca...



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