Sinitaivas: Historias de Otto el Piloto por jEsuSdA.
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Afuera todo estaba tranquilo, ..., aunque
la polución de la ciudad y las luces de la civilización
impedían ver el cielo claramente, uno no tenía que
esforzarse mucho para darse cuenta de que, por estas fechas, las
estrellas habrían de brillar claras y limpias, junto a una luna
grande y pura que coronaba el cielo, ese cielo fresco y nuevo que la
primavera había traído...
Yo me había quedado quieto, inmóvil, absorto en una nube
de pensamientos fugaces... Miraba con detenimiento un hueco amplio que
ahora ocupaba prácticamente toda mi mesa. Estaba casi
vacía, allí donde antes se habían amontonado un
grupo cuidadosamente desordenado de notas, libros, folios y apuntes,
que siempre me prometía ordenar meticulosamente llegado el
momento.
Hacía poco tiempo había estado lleno de más
libros, notas, apuntes y folios, esta vez sí, cuidadosamente
organizados, apilados de forma casi perfecta, llamando asombrosamente
la atención al destacar de forma notoria entre el resto de
accesorios que se amontonaban en la mesa.
Ahora, decía, miraba con absoluta concentración y no
menos asombro ese lugar, actualmente vacío, ese hueco, y me
parecía de algún modo extraño echar de menos aquel
grupo ordenado de apuntes y libros, de notas y folios que habían
estado ahí hasta hacía tan poco tiempo.
Ese conjunto compacto de papeles se habían convertido en parte
de mi habitación, de mi vida, ..., como una señal
indiscutible de que ella había entrado a formar parte de mi vida
también, como una excusa para regresar una y otra vez a mi
habitación y retomar la lectura de los textos que
contenían cada uno de los folios que ahora ya no estaban, ...,
una maravillosa excusa que tenía yo para invitarla a entrar y
sentarse, y así poder estar otro rato más, efímero
y nunca suficiente, con ella...
Definitivamente sí, adoraba poder compartir con ella ese
diminuto e insignificante espacio de mi mesa, ..., era su hueco, era su
lugar, reservado para que ella estuviese allí todo el tiempo que
quisiera, en el instante que ella decidiera estar... Y ahora que lo
veía vacío me sentía extraño, porque
deseaba volver a verla sentada a la mesa, leyendo sus papeles,
jugueteando con el lápiz entre sus preciosos dedos, mientras yo,
de vez en cuando, levantaba la vista para mirarla, recorrer su perfil
con los ojos, y sentirme tremendamente feliz por tenerla a mi lado...
El hueco en mi mesa, deseaba, no tardaría mucho en ser ocupado
por un grupo ordenado de libros, folios, apuntes y notas, y mi
corazón se sentiría tranquilo de tener una excusa para
tenerla una vez más tan cerca...