Sinitaivas: Historias de Otto el Piloto por jEsuSdA.
Se permite la distribución y modificación bajo licencia Creative Commons en su versión "Reconocimiento-No Comercial-Compartir Igual".
Más información sobre esta web y su contenido en la sección: Información sobre esta web.
Ya no quedan corazones buenos - me dijo -
ya no quedan corazones que merezcan la pena, ni princesas que quieran
ser rescatadas,..., ya no quedan caballeros, ni cruzados,..., y la
humildad y el honor se perdieron para siempre marchitados...
- Yo creo que existen corazones buenos, y princesas, y cruzados, ...,
los corazones de algunos hombres buenos conservan humildad y honor,
como el tuyo- Le dije, boquiabierto al ver a mi viejo amigo más
hundido que de costumbre, intentando animarlo con mis torpes, pero
sinceras, palabras.
- Yo fui uno de aquellos hombres buenos...- me decía mientras
dejaba escapar una leve sonrisa que le trocaba el rostro, como si
volviera otra vez a vivir tiempos pasados en los que, tal vez pensara,
merecía la pena ser de corazón puro y sentimientos
nobles. - ... pero no te engañes, amigo Otto, no mereció
la pena...- y el rostro le tornó a su cansado gesto, a su mirada
gris y a su sonrisa amarga. - ... no mereció la pena creer en
otros corazones que fueran el mío, no mereció la pena
luchar contra las sombras ni rescatar princesas, no mereció la
pena, Otto, ser caballero presto, de talante humilde, de honor
probado,..., no la mereció...
- Porque el mundo está lleno de corazones fríos, que
buscan su camino, y sólo marchan al compás de su propio
ritmo. No se puede vencer a las sombras que oscurecen los destinos, ni
se puede rescatar a princesas que no quieran librarse de su arresto,
..., y los caballeros prestos de temperamento fiel y de nobleza probada
no ganan nunca los torneos, ni las batallas, ni las guerras, ni reciben
a menudo gloria...
Me había dejado totalmente helado. Me sentía, de un modo
especial, conmovido por imaginar su interminable lucha, su infatigable
cruzada, ..., su infructuosa y casi apagada vida... Y me quedé
un rato, casi inextinguible, mirándolo fijamente a los ojos,
escasamente visibles bajo unas tupidas y nevadas cejas, hasta que pude
ver un pequeño destello, un reflejo, ..., el de una
lágrima que lentamente recorrió la piel marchita de su
anciano rostro...
Luego de meditar un rato, ambos en silencio, intenté decir algo
que diera sentido a aquella triste historia, y alegrara, aunque fuese
un poco, el noble corazón de aquel hombre generoso: - Me niego a
creer que toda una vida de algún buen corazón, castigado
como el tuyo, no haya de servir para salvar algunos corazones de las
sombras, que nunca pudieron ser rescatados de su pena salvo por
caballeros nobles, de humilde talante y honor probado, como tú.
Me miró y me dijo: -¿Crees que mereció mi vida la pena?